Por
un lado jugamos a ser buenos Chicos, mientras que por el otro nos
inventamos las reglas para aparentarlo y evitar ser pisoteados por
unas botas sucias de barro y humillación.
Continuamente vivimos situaciones que no logramos comprender y a la
vez nos damos cuenta que nos contradecimos en las que nuestro EGO se siente más
vulnerable ante lo desconocido, inyectando dosis de temor
mezcladas con dolores de cabeza.